HORACIO ECHEVARRIETA (el ciudadano Kane español)
Echevarrieta es un personaje clave en la España de principios del siglo XX, comparable en muchos sentidos –y salvando las distancias- al norteamericano William Randolph Hearst, que tan bien retrató Orson Welles en su película “Ciudadano Kane”: alguien que lo fue todo, tuvo el mundo en sus manos, y finalmente lo perdió por una suerte de coincidencias, empeños equivocados y falta de adaptación a los nuevos tiempos.
La celebridad de Horacio Echevarrieta terminó en el más absoluto de los olvidos y hoy son muy pocas las personas –básicamente historiadores y curiosos- a quienes suena su nombre.
Miembro, por nacimiento, de la burguesía bilbaína de Neguri, y propietario de numerosas empresas (minas, madereras, hidroeléctricas, etc.), también un periódico, El Liberal, supo estar en primera línea de los negocios que se le fueron presentando (como el Ensanche de Bilbao, la Gran Vía de Madrid o el Metropolitano de Barcelona, de cuya línea 2 era socio, entre muchos otros) y de la política, que le llevó en tres legislaturas como diputado por Bilbao a las Cortes por el partido republicano que había fundado Nicolás Salmerón.
Reprodujo también las excentricidades de los magnates de la época, al disponer de varias mansiones, colecciones de arte, automóviles de lujo, y diversos yates para sus viajes, sus actos sociales y también el disfrute de su pasión por navegar.
Fue precisamente en uno de sus veleros que alcanzó máximas cotas de popularidad, al negociar desde él, en
la bahía de Alhucemas, el rescate de los soldados españoles que el caudillo rifeño Abd-el-Krim había tomado como prisioneros tras la matanza del llamado Desastre de Anual. Abonó los cuatro millones de pesetas en metálico que exigían, y permaneció como último rehén hasta que fue liberado el último cautivo. Esta actuación convirtió a Echevarrieta en personalidad del momento y en amigo personal del rey Alfonso XIII y del dictador Miguel Primo de Rivera, que pocos meses después se pondría al frente del gobierno.
Estas amistades abrieron una nueva época –de primera página nacional- a don Horacio, y le costaron un enfrentamiento con altas instancias militares (opuestas a la negociación con los rifeños) y, sobre todo, con los líderes políticos, muchos de ellos compañeros de partido o incluso receptores de sus dádivas, que aspiraban a instaurar un régimen republicano en España: Indalecio Prieto (amigo, a pesar de la rivalidad política en la circunscripción de Bilbao, y que le adquirió el diario El Liberal) o Alejandro Lerroux, entre otros.
Esta ruptura (más de imagen que de ideas) le pasará factura a Echevarrieta cuando, con la República, vengan las horas malas para sus negocios. Una cadena de infortunios en la política (para salvar sus negocios) le conducirán a la cárcel durante la II República, sin que esto resuelva las dudas que sobre él posó el régimen franquista. Esta decadencia culmina en 19
47 con la explosión del astillero que conmociona a la ciudad de Cádiz. Echevarrieta abandona su último gran negocio, la joya de su corona, y la causa de su ruina… y desaparece suavemente, entendiendo que su tiempo había pasado.
Atrás, sin embargo, quedaban los años dorados en la cima de la política y la sociedad, rodeado de las más altas figuras, e involucrado en los negocios más pujantes: empresas energéticas como Iberdrola, líneas aéreas como Iberia, y la más moderna tecnología, la que iba a transformar España y Europa en el siglo XX, y que puede decirse que pasó por sus manos.
Fue una personalidad única y extraordinaria, a la que es más fácil percibir que juzgar. Ambicioso, intuitivo y valiente, quizá oportunista sin que esto excluya el compromiso que mantuvo con su tierra y del que pudo desencantarse ante la dimensión pública que tuvo por delante.
Este documental se centra en los negocios que, entre 1924-29, estableció con Alemania a través de Wilhelm Canaris y de Walther Lohmann, y gracias a los cuales desarrolló en España la más sofisticada tecnología de la época, algunos de cuyos frutos son aún visibles en el panorama mundial.
No pretende ser una biografía lineal o crítica, esa labor la dejamos para otro programa exhaustivo o incluso para una eventual película o serie de ficción, pues el material es comparable al de Hearst o Howard Hughes, por citar algunos casos célebres del otro lado del Atlántico. Lo que nos interesa y fascina es la originalidad y ambigüedad del personaje, su capacidad para moverse en circunstancias distintas, en un mundo cambiante, y poder sobrevivir a ciertas transformaciones, aunque finalmente quede, también, obsoleto al mundo que él mismo había soñado (la República).
A través de pinceladas y, sobre todo, de sus temerarias actuaciones en el mundo de los negocios, el espectador dispondrá de elementos para hacerse un juicio de valor que, en todo caso, no es objetivo de este documental ni de sus autores.
Los años 1926-29 centran la máxima gloria y también el declive del genio de los negocios que fue Horacio Echevarrieta, en ellos y en la intriga generada con la trama industrial-militar alemana, se centra “El Último Magnate”.
La transformación de los últimos restos visibles de su legado, apoyarán este efecto de la memoria: el hoy Jardín Botánico-Histórico de Málaga (antigua Finca La Concepción), el lugar del astillero de Cádiz (hoy base para el nuevo y esperado puente de la Bahía) o las viejas galerías de su caserón de Neguri, pendientes de convertirse en un hotel de lujo sobre el puerto deportivo de esta exclusiva zona entre Las Arenas y Getxo.
WILHELM CANARIS (El más mítico de los espías)
Si ha existido una figura que encarne a la perfección la imagen del espía de Entreguerras, ese es Wilhelm Canaris, uno de los más fascinantes y enigmáticos personajes del siglo XX. Participó de forma activa en la Gran Guerra, donde se convirtió en héroe naval al conseguir mant
ener a la flota británica en jaque durante meses tras haber salvado su barco, el “Dresde”, en la batalla de las Malvinas.
Otras peripecias suyas en la I Guerra Mundial contribuyeron a en torno a él un aura de agente secreto, entre ellas su huida de una cárcel chilena a través de los Andes, para cruzar el Atlántico bajo una de sus varias identidades: Reed Rosas.
Con este nombre desarrolló una silenciosa pero eficaz labor en la España de 1916-17 que combinaba el apoyo a los u-boots alemanes que acosaban el tráfico marítimo internacional, con los primeros contactos para establecer un servicio secreto y apoyos en los medios políticos y financieros españoles. Canaris entabla conocimiento con banqueros y personajes de alto nivel, entre los cuales se produce el primer encuentro con Horacio Echevarrieta.
Canaris debió jugar una baza fundamental en la decisión que tomó Echevarrieta de deshacerse de su naviera (dos de cuyos barcos han sido hundidos por u-boots alemanes, a pesar de la neutralidad de España) y adquirir el astillero Vea-Murguía de Cádiz. Los pequeños mercantes que allí empiezan a construirse debían servir de nodrizas a
los submarinos alemanes que recalaban en puertos españoles. En uno de ellos se hizo llegar un mensaje del Kaiser alemán al Rey español, y en otro (el mítico U-35) regresó Canaris a su patria.
Cuando la República de Weimar se plantee sortear las prohibiciones firmadas en el armisticio, Canaris será el enviado a España para reconstruir su trama e iniciar la secretamente construcción de armamento con vistas a una nueva guerra. En el Madrid de entonces sabe Canaris crear esa base desde la cual conducirse entre las clases más altas. Entonces se crea el mito del bon vivant que viaja con su descapotable por toda la geografía española.
La relación con Echevarrieta tuvo que ser íntima, aunque Canaris supo mantener la distancia del perfecto espía, ayudándole a conseguir los favores del Deutsche Bank cuando andaba descapitalizado, desplazándose ligeramente cuando vislumbró la situación real de
los negocios españoles, y desaparecer cuando la crisis de la Marina Alemana saltó a los medios arrastrando a sus antiguos colegas bajo la tapadera de empresas fantasmas desde las cuales financiar las inversiones en España.
Los periódicos alemanes no dudaron en vincularle a turbios asuntos (como la muerte de Rosa Luxemburgo), con lo que Canaris hubo de abandonar la red española y regresar a un discreto destino en la Marina, cuando más falta hacía. Poco después el nuevo régimen nacionalsocialista, en las antípodas de la II República que estrenaba España, se sentiría liberado de todas las ataduras del Tratado de Versalles, y continuaría ya de forma abierta la carrera armamentística en su propia casa, dirigiendo su paso ya sin ambages hacia una segunda gran guerra.
En ella se acabaría de consolidar el mito de Canaris, quien aun distante a la ideología nazi, dirigió el Abwehr, el prestigioso servicio secreto con autonomía y cierta aura de la época en que magnates, políticos y espías habían compartido las mismas cenas y casas. Asociado a la conspir
ación para derrocar a Adolf Hitler y pactar con Gran Bretaña, Canaris fue hecho preso y fusilado pocos días antes de que terminara la Segunda Guerra Mundial.
Condecorado en varias ocasiones por sus hazañas dentro y fuera del campo de batalla, Canaris podría considerarse el paradigma del espía: educado, cortés y considerado con los enemigos, siempre marcado por una gran serenidad y total autocontrol.